Llegaron a la casa de Jin, y Taehyung no pudo evitar pasear la mirada por aquell

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Llegaron a la casa de Jin, y Taehyung no pudo evitar pasear la mirada por aquell

Llegaron a la casa de Jin, y Taehyung no pudo evitar pasear la mirada por aquella habitación que ambos habían convertido en un santuario de amor. Las altas ventanas, pintadas de un blanco luminoso dónde se abrían hacia el pequeño patio, como si quisieran atrapar los rayos del sol y llevarlos al interior. Las cortinas de terciopelo color crema, pesadas y suaves al tacto, susurraban secretos de otras épocas…
El corazón de Taehyung empezó a latir aún más deprisa. ¿Qué significaba aquel lugar para él? ¿Era solo un refugio de pasiones clandestinas o algo más profundo? Aquí, entre estas paredes, había sido amado y había amado como nunca antes.
Miró a Jisoo, cuya presencia era como un delicado encaje en aquel escenario. Se suponía que ella era su mujer, su salvoconducto para moverse por el peligroso mundo de su amante. Pero, en ese instante, Taehyung se preguntó: Si yo no formaba parte de este lugar, ¿de cuál entonces? ¿Acaso existía un rincón en el mundo donde mi amor pudiera florecer sin restricciones?
En la cocina, Jin cortaba el pan recién comprado en la panadería favorita de su hermana. El aroma cálido y reconfortante llenaba el espacio. Irina, silenciosamente, con su cigarrillo entre los dedos, servía la mesa con una delicadeza que parecía desafiar el tiempo.
—Se les ve tan bien juntos —comentó Jin, su voz suave como la fresa que forma su boca—. Tan normales, tan felices. ¿Qué tal les va?
Jisoo sonrió, y antes de que Taehyung pudiera responder, Irina lo hizo por ellos:
—Como siempre, Seokjinnie. No es necesario hacer preguntas tontas.
Jisoo, con un trozo de pan en la mano, miró a Irina con complicidad.
—Oh, qué pesada eres, Nina. ¿No ves que a Jin no le hemos dicho nada? —dijo, y Taehyung sintió que el aire se volvía más denso.
Jin arqueó las cejas, su mirada penetrante se posó en Taehyung.
—¿Qué no me han dicho? —preguntó, y Taehyung tragó saliva.
—Nos iremos de Nueva York —intervino Jisoo, su voz llena de alegría—. Estábamos pensando en Seattle, o en algún lugar donde la elegancia no se funda con la melancolía que vivíamos en la casa de California.
—Seattle…
—Sí. Seattle —repitió Taehyung, estremecido. 
Jisoo apoyó la cabeza en su brazo, y en el silencio que siguió, Irina se levantó y se marchó al baño de arriba murmurando algo para ella sola. Pero Taehyung no podía apartar la mirada de Jin, cuyos ojos parecían leer su alma. ¿Qué significaba aquel cambio de rumbo? ¿Para qué? ¡Jisoo necesita ser atendida inmediatamente!

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